El ambicioso proyecto para convertir la vía Bogotá – Villavicencio en una doble calzada en toda su extensión continúa avanzando, aunque el camino para hacerlo realidad parece más complicado de lo previsto. Este megaproyecto, que tuvo sus orígenes durante el mandato de Iván Duque y sigue bajo la administración de Gustavo Petro, promete mejorar significativamente la conectividad en uno de los corredores viales más importantes de Colombia. Sin embargo, las complejidades geográficas y los altos costos de infraestructura han convertido esta iniciativa en un reto monumental.
En septiembre de 2023, la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) dio un paso crucial al adjudicar un contrato de consultoría que permitirá la realización de los estudios y diseños del primer tramo, desde el sector de Boquerón hasta El Tablón. Esta sección, que actualmente solo cuenta con un carril por sentido, representa la primera fase del megaproyecto, y su transformación en una doble calzada podría marcar el inicio de una nueva era para la vía al Llano.
Según los cronogramas presentados por la ANI, se espera que en diciembre de este año se completen gran parte de los estudios de estructuración, los cuales incluirán los detalles técnicos sobre cómo se llevarán a cabo las obras de infraestructura en este corredor. Aunque el avance en los estudios es alentador, las características únicas del terreno imponen desafíos importantes. La vía atraviesa una cordillera, lo que ha requerido la construcción de túneles y puentes que han elevado considerablemente los costos.
Ricardo Postarini, gerente de la concesión actual a cargo de Coviandina, ha destacado la magnitud de las inversiones necesarias, explicando que la construcción de una vía sin túneles ni puentes sería mucho más económica. Sin embargo, dadas las condiciones geográficas de la región, es inevitable recurrir a estas soluciones de ingeniería costosa. A lo largo de los 85 kilómetros de la vía, aproximadamente 30 kilómetros corresponden a túneles y otros 30 a puentes, lo que ha generado un fuerte impacto en las tarifas de los tres peajes que se encuentran en la zona: Boquerón, Pipiral y Naranjal.
A pesar de las críticas sobre el costo de los peajes, Postarini defiende las tarifas actuales, señalando que son necesarias para financiar las intervenciones ya realizadas y las futuras que se llevarán a cabo. “La gente se queja por los peajes, pero estos son indispensables para pagar las obras”, afirmó. Además, hizo hincapié en que cualquier ampliación futura de la vía deberá seguir el mismo enfoque, utilizando túneles y viaductos para minimizar los problemas derivados de las condiciones climáticas, lo que inevitablemente implicará un costo elevado.
Una de las grandes incógnitas que rodean este megaproyecto es cómo se financiará su ejecución. Postarini sugiere que el nuevo tramo debería licitarse como una obra pública a cargo del Instituto Nacional de Vías (Invías), en lugar de mediante una nueva concesión vial de la ANI. De esta manera, las obras serían financiadas directamente por el Presupuesto General de la Nación, evitando la necesidad de aumentar aún más las tarifas de los peajes.
A pesar del optimismo en torno a la posibilidad de contar con una vía completamente en doble calzada, el camino para llegar a esa meta sigue siendo incierto. “Ya los peajes no dan para financiar otro primer tercio. Si hoy en día la gente se queja por los peajes, imagínese cómo sería con algo adicional”, concluyó Postarini.
El megaproyecto de la vía Bogotá – Villavicencio representa una oportunidad crucial para mejorar la infraestructura vial del país, pero también un desafío en términos de financiación y ejecución. A medida que se avanza en su estructuración, será fundamental encontrar soluciones sostenibles que permitan hacer realidad este ambicioso plan sin sobrecargar aún más a los usuarios de la vía.
Este proyecto, que une a Bogotá con los Llanos Orientales, promete no solo mejorar el tráfico y reducir los tiempos de viaje, sino también ser un motor de desarrollo para toda la región. Sin embargo, con los costos en aumento y las dificultades técnicas a la vista, queda por ver cómo se equilibrarán las demandas económicas con las necesidades de infraestructura en uno de los corredores más importantes de Colombia.